El tratamiento de aguas residuales consiste en una serie de procesos físicos, químicos y biológicos que eliminan contaminantes presentes en el agua usada, transformándola en un recurso reutilizable o seguro para su descarga.
Se clasifican según su origen (doméstico, industrial, agrícola) y según su composición (orgánica, inorgánica, con metales pesados, etc.).
Una planta de aguas residuales recibe el agua contaminada y la somete a procesos secuenciales de separación, desinfección y purificación, para devolverla al medio ambiente o permitir su reutilización.
Las aguas negras son tratadas en plantas específicas, conocidas como plantas de tratamiento de aguas negras, como la PTAR Atotonilco, una de las más grandes del mundo. Estas instalaciones ayudan a depurar el agua antes de ser reusada o vertida.
El tratamiento de aguas residuales en México permite su uso en:
Los procedimientos para purificar el agua residual incluyen métodos físicos como sedimentación, químicos como cloración, y biológicos como el tratamiento con microorganismos.
Para los más pequeños: el agua sucia pasa por filtros y tanques donde se quitan los pedazos de basura, luego se usan bacterias “buenas” que se comen la suciedad, y al final, se pone limpia con luz especial o productos que matan microbios.
Las instalaciones de tratamiento de aguas residuales en México son claves para la sostenibilidad hídrica. Existen varios tipos de sistemas de tratamiento de aguas residuales: lodos activados, biodiscos, lagunas de estabilización, entre otros.
Una vez tratadas, las aguas residuales pueden ser utilizadas para irrigación, enfriamiento en procesos industriales, o incluso como agua de uso no potable en edificios.
Existen varios métodos de separación de aguas residuales como la flotación, coagulación-floculación, filtración, entre otros. Su combinación permite una depuración de aguas residuales domésticas eficiente.